domingo, 6 de mayo de 2012

Frederic Kanouté, un bohemio del fútbol


Llevo varios días conteniéndome para escribir sobre Kanouté; quería que llegara el día que se despidiese de su afición en el Ramón Sánchez Pizjuán, sabía que marcaría, no era una corazonada, no creo en eso, bueno, y no es que lo supiera o intuyera, simplemente debía ser así. Pase de Jesús Navas, que le brindaba la posibilidad de despedirse con un agradecimiento a su gente. ¿Gracias? Gracias a ti.

Yo no he visto jugar a Juan Arza, ni a Marcelo Campanal, ni a Araujo, ni a Alconero, ni a Escotta, ni a Bertoni, ni a Pintinho, ni a Biri Biri (inspiración del nombre de la Peña Biris Norte), ni a Montero, ni a Ruíz Sosa, ni a Achúcarro, ni a un largo etcétera de jugadores de los cuales he escuchado y leído más de mil historias. Maravillosos relatos de la historia de un equipo, mi equipo, el Sevilla Fútbol Club.


Yo empecé a tener conciencia futbolística a mediados de los 80, coleccionaba cromos y conocía muchos nombres, pero no su juego. Quizá al primer futbolista que recuerde como un grande del Sevilla FC sea a Francisco López Alfaro, un centrocampista con clase, gran visión de juego y calidad técnica e incluso gol. También recuerdo al uruguayo Pablo Bengoechea, un mediapunta de técnica exquisita, goleador y excelente lanzador de faltas. Tras estos dos jugadores empezaron a llegar al Sevilla FC gente como Anton Polster, gran goleador, Iván Zamorano, si no el mejor, de los mejores rematadores de cabeza que he visto, Diego Armando Maradona, el mejor jugador del mundo, aunque llegaba en el ocaso de su carrera… y Davor Suker, un croata que enamoró al sevillismo con su juego de clase, su disparo con la zurda, sus lanzamientos de falta, sus cambios de juego de una banda a la otra, su toque sutil (recuerdo un gol en Copa de la UEFA al Botev Plovdiv, sutileza pura)… y su amor por los colores blanco y rojo. Recuerdo que, ya concentrado con su selección para la Eurocopa de 1996 y ya fichado por el Real Madrid (aunque su contrato con el Sevilla FC expiraba el 30 de Junio), el Sevilla FC se jugaba la permanencia contra el Salamanca en el Sánchez Pizjuán, último partido de liga. Este señor y caballero del fútbol, el mejor de cuantos yo había visto en mi equipo del alma, deja la concentración con su selección, se planta en Sevilla, juega el partido, hace un hat-trick, deja al equipo en primera división y se gana la gloria sevillista. Quedaba, desde aquel día, y hasta que se demostrara lo contrario, como el mejor jugador de la historia del club.

Después llegaron unos años duros para el club, inestabilidad institucional, crisis económica, malos resultados, dos descensos… tiempo en el cual no pudimos disfrutar de la mejor manera con otro de los grandes que han pasado por nuestro equipo, Vassilis Tsartas, gran asistente e inmejorable lanzador de faltas. Este jugador, entre otros, fue el que hizo posible el primero de los dos ascensos, aquella famosa promoción contra el Villarreal después de tres años en segunda división. Pero el equipo volvió a descender… y llegó al mando de la nave nervionense Don Joaquín Caparrós, que llevó al equipo al lugar que le correspondía, a la primera  división. Una vez allí, y junto con jugadores como Pablo Alfaro, Javi Navarro, David Castedo, Pep Martí, Javi Casquero, Inti Podestá, Nico Olivera, Darío Silva,  Dani Alves, José Antonio Reyes, Antoñito, Sergio Ramos, Jesús Navas, Adriano Correia, Antonio Puerta, Julio Baptista… se va confeccionando un equipo que tomará por costumbre entrar en competición europea año tras año. Se recuerda un partido memorable de la temporada 2003/04 en el que el Sevilla FC golea al Real Madrid de los galácticos por 4 a 1, donde Reyes se consagra como uno de los mejores jugadores de la historia del club y jugadores como Navas y Alves empiezan a dar detalles de su gran calidad. Aunque Reyes también es el protagonista de uno de los momentos más tristes de esta era, ya que, ese mismo año sale del equipo entre lágrimas en el mercado de invierno, el club necesitaba dinero y la oferta del Arsenal parecía ser irrechazable. El Sevilla FC  supo reponerse de ese duro golpe y siguió en su línea ascendente. Al año siguiente llega Julio Baptista, un mediocentro defensivo al que Caparrós le descubre sus cualidades de delantero, el primer año 20 goles y el segundo 18, incluido uno a Osasuna en la última jornada de Liga que supuso la clasificación para la UEFA. La afición celebraba por todo lo alto esta clasificación sin saber que lo mejor estaba por llegar.

El año de la despedida de Caparrós también se despide Baptista y llega a nuestras filas Frederic Kanouté, el supuesto hombre que debía hacer olvidar a “La Bestia”… y vaya si lo hizo. Quizás nadie confiaba en ello, puede que no creyésemos en que lo lograría, pero con la llegada de Juande Ramos comienza la etapa más gloriosa de la historia del Sevilla FC.

Juande Ramos se encuentra un conjunto muy bien estructurado, donde la cantera abastece al primer equipo, gracias a la labor ejercida por el técnico anterior, pero llega a dar una vuelta más de tuerca confeccionando un esquema de juego y un estilo futbolístico, consiguiendo un equipo ganador.

Llegan jugadores que refuerzan las debilidades anteriores, en unos casos, o que dan un plus de calidad, en otros. Andrés Palop, el mejor portero de la historia sevillista, Enzo Maresca, Julien Escudé, Ivica Dragutinovic, Aitor Ocio, Renato, Diego Capel,  Luis Fabiano, Christian Poulsen, Seydou Keita.

Por aquel entonces se celebraba el Centenario del Club y comenzaba una época mágica, con un himno de fondo que forjaba la leyenda. Más de 45000 voces lo coreaban en el estadio, pero también se cantaba en bares, fuentes, plazas y hogares. Era un ambiente que te transportaba a épocas anteriores, incluso de los albores del Football en Inglaterra, a noches de sueños en el teatro de Old Trafford, de cánticos en Anfield, de pasión en La Bombonera o El Monumental, de épica en Wembley… pero se trataba del Ramón Sánchez Pizjuán. Muchos no dábamos crédito y teníamos que frotarnos los ojos en cada encuentro. Era vibrante, espectacular,  maravilloso.

Este equipo gana 5 títulos oficiales (2 Copas de la UEFA, 1 Copa del Rey, 1 Supercopa de España, 1 Supercopa de Europa), es designado por dos años consecutivos como el mejor equipo del mundo por la IFFHS y llega a discutirle una liga al Real Madrid y al Barcelona.

En este equipo jugaban, entre otros, Andrés Palop, un portero de leyenda, que escribió páginas de oro en el libro del Sevilla FC, Dani Alves que inventó el concepto de carrilero-organizador, por él pasaba todo el juego de ataque del Sevilla FC y ejercía de líder indiscutible. Jesús Navas, el Duende de Los Palacios, un extremo clásico, pegado a la cal, genio endiablado de la escuela sevillana, Adriano Correia, jugador polivalente, lateral, extremo, en ambas bandas, Renato Dirnei, toque, serenidad y gol, Enzo Maresca, Il Capo, cerebro, organizador, rabia desmedida, Javi Navarro, fuerza, ímpetu y capitanía, Ivica Dragutinovic, que venía como fichaje de urgencia tras la marcha de Sergio Ramos, pero que se consagró como nuestro Comandante, Luis Fabiano y Kanouté, la dupla de delanteros que hizo las delicias del respetable, que con sus goles y fantasía obraron el milagro…

Y Antonio Puerta, la Zurda de Diamantes, que nos dejó para siempre en una fatídica tarde-noche en que cayó desplomado en nuestro estadio, trayendo a la memoria de nuestros mayores el caso de Berruezo, otro de los nuestros que falleció en condiciones similares allá por el año 1973. Una página negra en nuestra historia. Yo, personalmente, hubiese cambiado toda la gloria obtenida hasta entonces por que Antonio hubiese seguido con nosotros. Se fue, sí, se despidió en su estadio, voló hacia el tercer anillo, donde se encuentran las almas de todo sevillista, donde irán las nuestras cuando perezcamos, pero antes de todo ello dejó su huella para el recuerdo, gol en semifinales de la UEFA, Sevilla 1, Schalke 0. Él nos mostró el camino.

Pero de todas aquellas estrellas una brillaba sobre todas las demás. Una estrella singular, la de un genio incomprendido. Nunca había jugado en un grande y tuvo que inventarlo, hizo grande al Sevilla FC. Frederic Oumar Kanouté, un bohemio del fútbol. No era mejor ni peor, era distinto. Uno de esos jugadores que no pasan desapercibidos. En cierto modo, me recuerda a Matt Le Tissier. En la clase, en la genialidad. En no dejar indiferente a nadie. Le Tissier, puede que no le suene, pero busque videos sobre él, verá como quedará gratamente sorprendido. Eso mismo puede que ocurra con Kanouté, no para la afición sevillista o española, evidentemente, pero sí para el mundo del fútbol, en general. Dentro de unos años, un venezolano, un eslovaco o un mongol no sabrá quién es Frederic Kanouté, pero si lo encuentra por internet y ve algún video suyo, se sorprenderá y no comprenderá por qué ese jugador no es tan conocido. Así son los bohemios, así son los genios incomprendidos.

Aquella época gloriosa del sevillismo duró quince meses y, tras la muerte de Puerta, la mala marcha del equipo y otras circunstancias (económicas), Juande Ramos deja el Sevilla FC y el encargado de retomar las riendas es Don Manuel Jiménez, la persona que, como jugador, más veces ha lucido la camiseta de nuestro Sevilla FC. Se fue porque la afición no lo quería de entrenador, incluso habiendo dejado al equipo tercero en la tabla la temporada anterior y habiéndolo clasificado para la final de Copa del Rey, eliminando al todopoderoso Barcelona de Pep Guardiola. Primer equipo que lo elimina a doble partido. Aun así, Manolo Jiménez no sirve. Después de cuatro entrenadores más, Jiménez, para mí, era el idóneo. Fue privado de ganar aquella Copa, se consiguió, pero el Sevilla FC volvía a ser el equipo que yo conocí de pequeño. Un equipo que aspira a clasificarse a la UEFA algún año y poco más. Muchos aficionados, parece ser, no recuerdan otras épocas, son capaces de silbar al equipo y han entrado en una dinámica que no beneficia al club. Una década atrás se celebraba entrar en UEFA, incluso subir a primera división…

Se va Kanouté, se acaba un ciclo. Nos deja un genio del fútbol, pero su arte será eterno.


No sé si será el mejor jugador que he visto en el equipo de mi corazón. Por coincidir su genialidad, su humildad, su solidaridad, su maestría, su talento, su sevillismo con la época gloriosa en la que nos tocó vivir, puede decirse que se ha erigido como el más grande entre los grandes. Puede que merezca el honor de coronar el Olimpo de los Dioses futbolísticos de nuestro Sevilla FC. Todo ello es posible.
Lo indiscutible es que deja un vacío inmenso en nuestra alma sevillista… y siempre retumbará en nuestros corazones aquello de “Todos queremos que marque Kanouté”.

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