Llevo varios días conteniéndome para
escribir sobre Kanouté; quería que llegara el día que se despidiese de su
afición en el Ramón Sánchez Pizjuán, sabía que marcaría, no era una corazonada,
no creo en eso, bueno, y no es que lo supiera o intuyera, simplemente debía ser
así. Pase de Jesús Navas, que le brindaba la posibilidad de despedirse con un
agradecimiento a su gente. ¿Gracias? Gracias a ti.
Yo no he visto jugar a Juan Arza, ni a Marcelo
Campanal, ni a Araujo, ni a Alconero, ni a Escotta, ni a Bertoni, ni a
Pintinho, ni a Biri Biri (inspiración del nombre de la Peña Biris Norte), ni a
Montero, ni a Ruíz Sosa, ni a Achúcarro, ni a un largo etcétera de jugadores de
los cuales he escuchado y leído más de mil historias. Maravillosos relatos de
la historia de un equipo, mi equipo, el Sevilla Fútbol Club.
Yo empecé a tener conciencia futbolística
a mediados de los 80, coleccionaba cromos y conocía muchos nombres, pero no su
juego. Quizá al primer futbolista que recuerde como un grande del Sevilla FC
sea a Francisco López Alfaro, un centrocampista con clase, gran visión de juego
y calidad técnica e incluso gol. También recuerdo al uruguayo Pablo Bengoechea,
un mediapunta de técnica exquisita, goleador y excelente lanzador de faltas.
Tras estos dos jugadores empezaron a llegar al Sevilla FC gente como Anton
Polster, gran goleador, Iván Zamorano, si no el mejor, de los mejores rematadores
de cabeza que he visto, Diego Armando Maradona, el mejor jugador del mundo,
aunque llegaba en el ocaso de su carrera… y Davor Suker, un croata que enamoró
al sevillismo con su juego de clase, su disparo con la zurda, sus lanzamientos
de falta, sus cambios de juego de una banda a la otra, su toque sutil (recuerdo
un gol en Copa de la UEFA al Botev Plovdiv, sutileza pura)… y su amor por los
colores blanco y rojo. Recuerdo que, ya concentrado con su selección para la
Eurocopa de 1996 y ya fichado por el Real Madrid (aunque su contrato con el
Sevilla FC expiraba el 30 de Junio), el Sevilla FC se jugaba la permanencia
contra el Salamanca en el Sánchez Pizjuán, último partido de liga. Este señor y
caballero del fútbol, el mejor de cuantos yo había visto en mi equipo del alma,
deja la concentración con su selección, se planta en Sevilla, juega el partido,
hace un hat-trick, deja al equipo en primera división y se gana la gloria
sevillista. Quedaba, desde aquel día, y hasta que se demostrara lo contrario,
como el mejor jugador de la historia del club.
Después llegaron unos años duros para el
club, inestabilidad institucional, crisis económica, malos resultados, dos
descensos… tiempo en el cual no pudimos disfrutar de la mejor manera con otro
de los grandes que han pasado por nuestro equipo, Vassilis Tsartas, gran
asistente e inmejorable lanzador de faltas. Este jugador, entre otros, fue el
que hizo posible el primero de los dos ascensos, aquella famosa promoción
contra el Villarreal después de tres años en segunda división. Pero el equipo
volvió a descender… y llegó al mando de la nave nervionense Don Joaquín
Caparrós, que llevó al equipo al lugar que le correspondía, a la primera división. Una vez allí, y junto con jugadores
como Pablo Alfaro, Javi Navarro, David Castedo, Pep Martí, Javi Casquero, Inti
Podestá, Nico Olivera, Darío Silva, Dani
Alves, José Antonio Reyes, Antoñito, Sergio Ramos, Jesús Navas, Adriano
Correia, Antonio Puerta, Julio Baptista… se va confeccionando un equipo que tomará
por costumbre entrar en competición europea año tras año. Se recuerda un
partido memorable de la temporada 2003/04 en el que el Sevilla FC golea al Real
Madrid de los galácticos por 4 a 1, donde Reyes se consagra como uno de los
mejores jugadores de la historia del club y jugadores como Navas y Alves
empiezan a dar detalles de su gran calidad. Aunque Reyes también es el
protagonista de uno de los momentos más tristes de esta era, ya que, ese mismo
año sale del equipo entre lágrimas en el mercado de invierno, el club
necesitaba dinero y la oferta del Arsenal parecía ser irrechazable. El Sevilla
FC supo reponerse de ese duro golpe y siguió
en su línea ascendente. Al año siguiente llega Julio Baptista, un mediocentro defensivo
al que Caparrós le descubre sus cualidades de delantero, el primer año 20 goles
y el segundo 18, incluido uno a Osasuna en la última jornada de Liga que supuso
la clasificación para la UEFA. La afición celebraba por todo lo alto esta
clasificación sin saber que lo mejor estaba por llegar.
El año de la despedida de Caparrós
también se despide Baptista y llega a nuestras filas Frederic Kanouté, el
supuesto hombre que debía hacer olvidar a “La Bestia”… y vaya si lo hizo.
Quizás nadie confiaba en ello, puede que no creyésemos en que lo lograría, pero
con la llegada de Juande Ramos comienza la etapa más gloriosa de la historia
del Sevilla FC.
Juande Ramos se encuentra un conjunto muy
bien estructurado, donde la cantera abastece al primer equipo, gracias a la
labor ejercida por el técnico anterior, pero llega a dar una vuelta más de
tuerca confeccionando un esquema de juego y un estilo futbolístico, consiguiendo
un equipo ganador.
Llegan jugadores que refuerzan las
debilidades anteriores, en unos casos, o que dan un plus de calidad, en otros.
Andrés Palop, el mejor portero de la historia sevillista, Enzo Maresca, Julien
Escudé, Ivica Dragutinovic, Aitor Ocio, Renato, Diego Capel, Luis Fabiano, Christian Poulsen, Seydou Keita.
Por aquel entonces se celebraba el
Centenario del Club y comenzaba una época mágica, con un himno de fondo que
forjaba la leyenda. Más de 45000 voces lo coreaban en el estadio, pero también
se cantaba en bares, fuentes, plazas y hogares. Era un ambiente que te transportaba
a épocas anteriores, incluso de los albores del Football en Inglaterra, a
noches de sueños en el teatro de Old Trafford, de cánticos en Anfield, de pasión
en La Bombonera o El Monumental, de épica en Wembley… pero se trataba del Ramón
Sánchez Pizjuán. Muchos no dábamos crédito y teníamos que frotarnos los ojos en
cada encuentro. Era vibrante, espectacular, maravilloso.
Este equipo gana 5 títulos oficiales (2 Copas
de la UEFA, 1 Copa del Rey, 1 Supercopa de España, 1 Supercopa de Europa), es
designado por dos años consecutivos como el mejor equipo del mundo por la IFFHS
y llega a discutirle una liga al Real Madrid y al Barcelona.
En este equipo jugaban, entre otros,
Andrés Palop, un portero de leyenda, que escribió páginas de oro en el libro
del Sevilla FC, Dani Alves que inventó el concepto de carrilero-organizador,
por él pasaba todo el juego de ataque del Sevilla FC y ejercía de líder
indiscutible. Jesús Navas, el Duende de Los Palacios, un extremo clásico,
pegado a la cal, genio endiablado de la escuela sevillana, Adriano Correia,
jugador polivalente, lateral, extremo, en ambas bandas, Renato Dirnei, toque,
serenidad y gol, Enzo Maresca, Il Capo, cerebro, organizador, rabia desmedida,
Javi Navarro, fuerza, ímpetu y capitanía, Ivica Dragutinovic, que venía como
fichaje de urgencia tras la marcha de Sergio Ramos, pero que se consagró como
nuestro Comandante, Luis Fabiano y Kanouté, la dupla de delanteros que hizo las
delicias del respetable, que con sus goles y fantasía obraron el milagro…
Y Antonio Puerta, la Zurda de Diamantes,
que nos dejó para siempre en una fatídica tarde-noche en que cayó desplomado en
nuestro estadio, trayendo a la memoria de nuestros mayores el caso de Berruezo,
otro de los nuestros que falleció en condiciones similares allá por el año 1973.
Una página negra en nuestra historia. Yo, personalmente, hubiese cambiado toda
la gloria obtenida hasta entonces por que Antonio hubiese seguido con nosotros.
Se fue, sí, se despidió en su estadio, voló hacia el tercer anillo, donde se
encuentran las almas de todo sevillista, donde irán las nuestras cuando
perezcamos, pero antes de todo ello dejó su huella para el recuerdo, gol en
semifinales de la UEFA, Sevilla 1, Schalke 0. Él nos mostró el camino.
Pero de todas aquellas estrellas una
brillaba sobre todas las demás. Una estrella singular, la de un genio
incomprendido. Nunca había jugado en un grande y tuvo que inventarlo, hizo
grande al Sevilla FC. Frederic Oumar Kanouté, un bohemio del fútbol. No era
mejor ni peor, era distinto. Uno de esos jugadores que no pasan desapercibidos.
En cierto modo, me recuerda a Matt Le Tissier. En la clase, en la genialidad.
En no dejar indiferente a nadie. Le Tissier, puede que no le suene, pero busque
videos sobre él, verá como quedará gratamente sorprendido. Eso mismo puede que
ocurra con Kanouté, no para la afición sevillista o española, evidentemente,
pero sí para el mundo del fútbol, en general. Dentro de unos años, un
venezolano, un eslovaco o un mongol no sabrá quién es Frederic Kanouté, pero si
lo encuentra por internet y ve algún video suyo, se sorprenderá y no
comprenderá por qué ese jugador no es tan conocido. Así son los bohemios, así
son los genios incomprendidos.
Aquella época gloriosa del sevillismo
duró quince meses y, tras la muerte de Puerta, la mala marcha del equipo y
otras circunstancias (económicas), Juande Ramos deja el Sevilla FC y el
encargado de retomar las riendas es Don Manuel Jiménez, la persona que, como
jugador, más veces ha lucido la camiseta de nuestro Sevilla FC. Se fue porque
la afición no lo quería de entrenador, incluso habiendo dejado al equipo
tercero en la tabla la temporada anterior y habiéndolo clasificado para la
final de Copa del Rey, eliminando al todopoderoso Barcelona de Pep Guardiola. Primer
equipo que lo elimina a doble partido. Aun así, Manolo Jiménez no sirve. Después
de cuatro entrenadores más, Jiménez, para mí, era el idóneo. Fue privado de
ganar aquella Copa, se consiguió, pero el Sevilla FC volvía a ser el equipo que
yo conocí de pequeño. Un equipo que aspira a clasificarse a la UEFA algún año y
poco más. Muchos aficionados, parece ser, no recuerdan otras épocas, son
capaces de silbar al equipo y han entrado en una dinámica que no beneficia al
club. Una década atrás se celebraba entrar en UEFA, incluso subir a primera
división…
Se va Kanouté, se acaba un ciclo. Nos deja un genio del fútbol, pero su arte será eterno.
No sé si será el mejor jugador que he
visto en el equipo de mi corazón. Por coincidir su genialidad, su humildad, su
solidaridad, su maestría, su talento, su sevillismo con la época gloriosa en la
que nos tocó vivir, puede decirse que se ha erigido como el más grande entre
los grandes. Puede que merezca el honor de coronar el Olimpo de los Dioses
futbolísticos de nuestro Sevilla FC. Todo ello es posible.
Lo indiscutible es que deja un vacío
inmenso en nuestra alma sevillista… y siempre retumbará en nuestros corazones
aquello de “Todos queremos que marque Kanouté”.
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