En ese preciso instante
donde el cielo, en la noche, se torna de un negro vacío, infinito, y a lo lejos
se divisan millones de estrellas que brillan, pero pocas son las que iluminan.
Donde un lucero puede ser tu amanecer y tu apogeo, donde alguna perseida errante,
especie de locura incontrolada, podría guiarte hacia un abismo celestial.