viernes, 6 de enero de 2012

"Queridos" Reyes Magos...

Os escribo esta carta después de que hayáis llevado a cabo vuestro anual paso por las casas del mundo repartiendo felicidad. Lo normal es hacerlo antes con la ilusión de recibir vuestros presentes, pero no lo hice, creo sinceramente que ahora, que tenéis todo un año por delante sin mucho trabajo aparente, la leeréis con más atención.

Este año he sido bueno y no me habéis traído nada, pero no os lo tendré en cuenta, por suerte, no necesito más que salud, amor, alimentos, bienestar y alguna que otra necesidad básica, las cuales no me faltan. Además, ya no soy un niño…

Pero si me intriga un aspecto que me gustaría saber. No entiendo por qué llenáis con montañas de juguetes las casas de los niños y niñas de Europa y Norteamérica y los hogares de millones de familias del tercer mundo piden salud, no tienen alimentos, desean un bienestar… ¿es acaso eso justo? ¿No fueron ustedes unos magos que llegaron de oriente al portal de Belén donde había nacido un niño que estaba en un pesebre, o sea, en la miseria? ¿Por qué os empeñáis en otorgar regalos a críos que dentro de un mes estarán hartos de todo eso y mucho más? No digo que no lo merezcan, no digo que no hayan sido buenos, pero no creo que todos los niños y niñas del tercer mundo hayan sido malos y merezcan carbón. Tampoco creo que otros niños hayan sido tan malos como para recibir mazazos como la separación de sus padres, sufrir malos tratos, ser abandonados, incluso ser secuestrados o asesinados. En fin, pienso sinceramente que no están siendo todo lo justos que debieran o al menos como se espera de la majestuosidad de su magia.



Yo descubrí de muy pequeño que los milagros no existen y que los Reyes Magos eran parte de la fantasía, que los regalos me los hacían mis padres con mucho sacrificio, pero siempre supe apreciar el valor que tenían porque debía ganármelos de verdad. También supe de pequeño que los niños del tercer mundo no recibían regalos por navidad y me hacía valorar aún más todo lo que tenía y, para mí, habían perdido sus majestades todo lo mágico. No supuso todo ello ningún trauma para mi infancia, aunque sí para mi concepto del reparto de la vida y esto me hizo fuerte, generoso y humilde, quizás las únicas tres virtudes que posea, pero no las cambio por ningún juguete.

A veces, mi regalo de Reyes fue un mantecado en una zapatilla y mil pesetas (seis euros actuales) en la otra. Ayer estuve recordando con mucha ilusión aquellos tiempos donde lo primero que hacía ese día era devorar ese mantecado, casi siempre de canela o coco, que eran los únicos que quedaban por esas fechas y acto seguido, cambiar las mil pesetas en monedas para echarlas en la alcancía que reservaba para la feria y era muy feliz.

Y así, mientras sus majestades, los Queridos Reyes Magos, regalen una videoconsola antes  que un trozo de pan, seguiré sin creer en ustedes, obsequien a niños con juguetes que han fabricado otros niños en condiciones infrahumanas, no soñaré con vuestra generosidad, premien con cosas materiales a críos mientras otras criaturas tengan necesidades y padezcan enfermedades, lo siento, pero perdéis toda mi credibilidad.

Lo último que pido es que si alguien me regala algo por estas fechas, por favor, no lo haga en nombre de estos farsantes. Siento ser así de duro y respeto que cada cual quiera catalogar a estos seres como mágicos y pueda otorgarles el título de majestades, aunque yo siga sin creer que, si existen, sean seres tan bondadosos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario