Bajo la palabra “Ley”,
mucho se ha escrito, dicho y hecho a lo largo de la Historia de la Humanidad,
aunque esta palabra y su interpretación no siempre ha sido lo más justa
posible. Leyes Divinas y Sagradas que dictaminaban sobre el castigo e incluso
asesinato de personas por sus creencias o ausencia de ellas, por su libre
pensamiento, por no seguir las doctrinas religiosas que se imponían, Leyes sobre
discapacitados y lisiados, los cuales eran abandonados, en algunos casos
considerados como seres demoníacos, poseídos o inservibles, y en otras
ocasiones se les suponía que los defectos físicos eran marcas del pecado. A lo
largo de nuestra historia siempre aparece la obscura sombra de la religión,
siempre actuando en nombre de algún dios. Y todavía sigue así.
Una ley debe ir enfocada
al bien común, no al de unos pocos, una ley debe prohibir cuando el efecto de
no ser restrictiva sea perjudicial para la sociedad o alguno de sus miembros,
pero habrá momentos donde una de estas normas sea favorable a unas personas y
desfavorable a otras, y es ahí, donde debe aparecer siempre la palabra
Justicia. Pongamos un ejemplo. Hace poco escuché en la radio una noticia sobre
una encuesta que se ha hecho entre la juventud universitaria en Estados Unidos,
donde se preguntaba a los chavales que si violarían a la chica que les gusta,
si el peso de la ley no cayera sobre ellos. La sorpresa fue que más del 60% de
los encuestados dijo que, bajo ese supuesto, sí lo haría. En este caso, la ley
no puede actuar beneficiando a la mayoría, sino amparando al débil y castigando
al psicópata de turno que se le ocurra hacer alguna barbaridad de estas, al
menos, en teoría, así debiera ser. Y obsérvese aquí que ‘bien común’ y
‘beneficio de la mayoría’ no son sinónimos.
Pero la ley siempre toma
tintes ideológicos, y en nuestro país, cuando la derecha más rancia sale a
relucir y es la que las dictamina, bajo el beneplácito y el asesoramiento
religioso, siempre ligado a esta ideología, se retrocede en el tiempo a épocas
sombrías de nuestra historia.
Bajo el nombre de
Anteproyecto de Contrarreforma de la Ley del Aborto en el Estado Español se
esconden muchísimos ideales políticos. Lo primero que conlleva es a una
desigualdad social, ya que dicha ley no prohíbe el aborto a la mujer española,
solo veta el aborto en territorio español. Con ello, y al igual que pretenden
con la Sanidad y Educación Públicas, aquellas personas que puedan pagárselo,
podrán abortar en países donde sea legal. Incluso me atrevería a pensar, y no
creo que sea osado por mi parte, que existirán clínicas privadas en España
donde, a coste de oro, se llevarán a cabo prácticas ilegales de aborto, por lo
que, muchas veces la prohibición trae consigo negocios negros que sacarán
provecho de ello.
Los sectores
eclesiásticos, que de Ciencia entienden bastante (a lo largo de la Historia lo
han demostrado con sus teorías sobre creacionismo, geocentrismo, planitud de la
Tierra, etc.), se han pronunciado en torno a lo que consideran un aborto.
No voy a entrar a valorar
las palabras que hace un tiempo pronunciara el arzobispo de Granada, Monseñor
Javier Martínez, sobre el aborto, aquello de “Si la mujer aborta, el hombre
puede abusar de ella”, o que “el aborto es un genocidio silencioso”, incluso aseveró
esa teoría más que fundamentada, pensaría él, de que “el aborto y el divorcio
son los que promueven la violencia de género”. Por su parte, otros miembros del sector eclesiástico se
hicieron eco de las críticas recibidas y salieron a defenderlo, llegando a
decir, incluso que “el aborto es peor que violar a un niño”. Palabras del Cardenal Antonio Cañizares. Por cierto, este personaje, Javier Martínez, ha publicado recientemente su libro ‘Cásate y sé sumisa’, así que poco más que
añadir. Tampoco valoraré en este momento el tweet escrito por un tal Pedro
Gutiérrez, miembro de las Nuevas Generaciones del PP que expresaba así su
profundo sentimiento por la causa: “Por mí como si vuestros novios os abortan a
palazos, mientras no salga de mi dinero, haced lo que queráis”. Digo que no voy
a valorar estas palabras en este momento porque debería pasar al insulto, es lo
único que se me viene a la cabeza, y no quiero que pierda valor mi defensa ante
muchas mujeres a las que se infravalora y menosprecia con esta Imposición del
Aborto.
Su convicción científica
es tal que aseguran que, según enseña la Biblia, un ser en el vientre es
verdaderamente humano, quien tiene incluso una relación con dios desde el
momento que es engendrado. Y aquí es donde me hago una pregunta a mí mismo,
porque sé que nadie me la va a responder. Hubo épocas no muy lejanas en el
tiempo, y las cuales se enaltecen en demasía en los tiempos que corren, donde
los niños que nacían muertos o fallecían antes de ser bautizados se enterraban
en lugares “privilegiados”, ya que no podían ir a un lugar sagrado y católico.
En Las Navas de la Concepción, mi pueblo, ese lugar se le conoce como El Corral
de los Protestantes, un pequeño recinto cercado con una tapia, con una verja de
entrada, cubierto por la maleza hoy día, abocado al olvido, junto al musgo de
sus paredes, en un lateral del cementerio, donde enterraban a estos niños junto
con algunas personas contrarias al régimen franquista que fueron asesinadas. Mi
pregunta es ¿dónde está ahí la relación con dios de esos pequeños? Y en caso de
haberla, ¿quién es el sector eclesiástico para contradecir la palabra de dios?
Aunque ningún reparo deben tener para enterrar a un crío en un lugar tan
funesto, teniendo en cuenta que hay miles de cadáveres de pequeños seres
enterrados en las inmediaciones de muchos conventos y monasterios, de
relaciones sexuales que infringen el voto de castidad, que no el deseo carnal
de todo humano ¡con lo fácil que hubiera sido poner medios anticonceptivos o
recurrir al aborto para que no sufriera nadie! No, pero es más ético dejar que
nazca y después matarlos.
Pero la Biología nos dice
otra cosa. Desde que se produce la fertilización de los gametos hasta
aproximadamente la octava semana de gestación existe una fase llamada embrionaria,
luego da paso al estado fetal hasta que nace el neonato, sobre las cuarenta
semanas. A las 24 semanas ya es viable que sobreviva el feto fuera del útero
materno, aunque se tiene constancia que un feto de 21 semanas de gestación, con
284 gramos de peso y 24,13 centímetros de altura logró sobrevivir. Pues bien,
científicamente, no es posible que un embrión sobreviva si no es gracias,
exclusivamente a su madre. Incluso un feto durante, prácticamente, la primera
mitad de su existencia tampoco podría hacerlo. Entonces, es falso que un ser,
desde el momento de la fecundación, sea independiente de la madre, ya que si ésta
fallece antes de las 24 semanas de gestación (21 para los más puntillosos), el
embrión o el feto no sobrevivirían.
También está el debate
moral, un aspecto donde, desde mi punto de vista, la Iglesia sale peor parada
que en el científico. Una institución que ha asesinado a tantas personas por
ser contraria a sus doctrinas, no puede hablar de tolerancia. Una institución
que ha discriminado a lisiados, inválidos y discapacitados, no puede hablar de
ética. Una institución que ha permitido el robo de niños y encubre a
pederastas, no puede intervenir en el dictamen de leyes, mucho menos en las que
atañen al ámbito infantil. Una institución que ha infravalorado (y sigue
haciéndolo a día de hoy) a la mujer, no merece ser escuchada en temas
políticos, mucho menos en aquellos tan relacionados con el género femenino. Y la
pena es que las nuevas leyes sobre el aborto las impone el fascismo instaurado
en España desde hace más de 80 años, pero las dictamina uno de los sectores
doctrinales más homicidas de la historia de la humanidad.
La moral ante un aborto
queda supeditada a muchos factores. No solo el factor biológico, por poder considerar
al embrión como un ser con vida, o el factor maternal, de llamar desalmada a
una mujer que no desea tener a un hijo. Existen muchos aspectos psicológicos,
físicos y sociales que la determinan y es la madre la que debe tener la última
palabra. Ella es la que lo llevará nueve meses en su vientre y la que sufrirá
las consecuencias del parto y tiene el derecho de decidir sobre su cuerpo y
sobre su futuro después del alumbramiento. Las situaciones son múltiples. Una
mujer que es violada no tiene porqué vivir toda su vida atada a un acto que,
psicológicamente, la marcará de por vida. Si un feto tiene malformaciones o
anomalías con las cuales no sobrevivirá al parto o sus condiciones de vida
serán muy limitadas, los padres deben ser los que decidan sobre la posibilidad
de abortar, y siempre la madre debe ser la que tome la decisión final.
No debe
haber leyes restrictivas con las que se obligue a tener un hijo en unas
condiciones que no sean adecuadas, y desde luego, tampoco deberían impedirte el
hacerlo. No se trata sobre el derecho a la vida, sino sobre el derecho a la
calidad de vida. Yo estoy a favor del aborto, siempre y cuando sea un proceso
controlado por unas leyes justas y sensatas que vayan acordes con los derechos
de una mujer para decidir sobre su cuerpo y su vida, aunque también controlen
que un feto de siete meses en óptimas condiciones pueda ver la luz, porque eso
también sería un derecho humano. Lo que no entiendo es el afán por el que se
aferran a que nazca un bebé con malformaciones. En cierto modo, lo catalogo
como la eutanasia, ya que el derecho a una vida con ciertas condiciones de
calidad es algo que, si se desea así, debería tener amparo político.
En cuanto al tema social,
también hay razones por las que una madre sienta miedo a tener un hijo. Los
continuos recortes sociales y económicos no aseguran que una persona con
discapacidad pueda subsistir por sí sola. Los miedos y temores de una familia a
que su hijo quede desamparado cuando ellos les falten es otro condicionante de
peso a la hora de decidir tener a un hijo de características especiales.
Tener un hijo es lo más
grande que le puede ocurrir a una persona, pero siempre un padre y una madre
luchan por que sus hijos tengan lo mejor. Si la calidad de vida de un crío no va
a ser la adecuada, si una mujer ha sufrido una violación y queda embarazada,
contraria a su deseo (que ya bastante ha tenido con sufrir los actos de un desequilibrado
mental), o si se piensa que no es el momento de tener un bebé porque las
condiciones socioeconómicas no lo permitan, la ley no debería poner impedimento
a una mujer a provocar un aborto. No creo que abortar tras la primera falta del
período, ni mucho menos tomar la píldora del día después, sean actos homicidas.
Tampoco lo creo así en el caso de que, al cuarto mes de embarazo, un médico le
comunique a la madre que su hijo trae una patología cardíaca y fallecerá tras
el parto o que su hija padece una enfermedad congénita y tendría que vivir toda
su vida, que seguramente será corta, con una tetraplejia o una discapacidad
severa.
Desde luego que si alguna
mujer, en alguno de los casos anteriormente descritos, deseara tenerlo, su
derecho debiera tener. Por ejemplo, una madre que tras muchos años sin poder
quedar embarazada, y al fin pudo hacerlo, le comunican la fatal noticia. Es su
última oportunidad de tener un hijo y decide que nazca, con todas las
consecuencias.
Cada uno, según sus
creencias, ideologías o pensamientos, podría ver el egoísmo de una mujer en
alguno de los dos casos, pero siempre debemos pensar que cada cual ve la vida
de una manera y debe ser libre para elegir, porque, quién dice que no, ambas
mujeres podrían estar pensando en sí misma y su bien particular, pero también
en el futuro ser y en la vida que podría tener si naciera, una de ellas piensa
que será una oportunidad de nacer y la otra evitarle sufrimiento, rechazo y
futuro incierto cuando le falte ella. Y con este anteproyecto de contrarreforma
de la ley del aborto que nos imponen solo se permite a una de las madres cumplir
su deseo, sin esta ley de injusticia ambas podían llevarlo a cabo.
Efectivamente, no podría analizarse mejor ni desde perspectivas más variadas. Creo que en este país algunos siguen teniendo la insana manía de querer imponer sus creencias por la fuerza (esta ley es un ejemplo inmejorable de ello).
ResponderEliminarLa mujer que sea católica y crea que no debe abortar por motivos de conciencia, no está obligada a hacerlo, ni tampoco a decirle a una mujer (católica o no, da igual) que abortar es un asesinato.
Que se exija por ley que la madre decida sin coacción de su familia o su pareja, bien informada sobre las consecuencias físicas o psicológicas que pudieran derivarse del aborto en el futuro, me parece estupendo y necesario, pero que finalmente sea LA MUJER la que, como muy bien dices tú, decida sobre su cuerpo y el resto de su vida. ¿Desde cuando un Gobierno (corrupto y deslegitimado, para mas inri) legisla para restringir los derechos fundamentales de sus ciudadanos? Cuando parece que no pueden empeorarlo más, nos sorprenden con un anteproyecto como éste.
Una argumentación sin lagunas, mis más sinceras felicitaciones.
Et deixo el meu blog per si vols criticar gracies
ResponderEliminarhttps://anna-historias.blogspot.com.es/2015/09/estoy-listo_13.html?m=1