miércoles, 11 de septiembre de 2013

Bajo el mismo cielo que otras civilizaciones

El mes de agosto nos ha traído noches de estrellas fugaces, de lluvias de meteoros, de Perseidas… y ciertamente es un placer contemplar el cielo, en noches claras y despejadas, lo más alejado posible de cualquier foco de contaminación lumínica. Relajación y belleza, sensación de bienestar y magia, oscuridad y luz, el simple hecho de contemplar o incluso adivinar constelaciones y figuras imaginarias que se forman en la inmensidad del cosmos.



El universo poco o nada ha podido cambiar en 5000 años (desde su creación, según citan algunos escritos considerados sagrados), pero la sociedad en la Tierra y todo lo que gira en torno al ser humano ha variado de forma inimaginable, y aunque todas las civilizaciones han observado el universo con similares propósitos, entre ellos sobresale uno que siempre me ha fascinado: comprender las leyes que rigen todo cuanto nos rodea, y cada una de ellas lo ha hecho de una manera particular.



También ha habido un halo de romanticismo en la observación del firmamento, incluso hubo épocas donde se confundían o entremezclaban conceptos astronómicos con ideas astrológicas o creencias mitológicas, aunque pienso que hoy día también existen tribus que mezclan ambos conceptos… y cuando digo 'tribus' no me refiero exclusivamente a indígenas de la amazonia, masáis del Serengueti o aborígenes australianos, sino también a gente que vive en nuestra propia civilización.

Aunque imagino que nuestros antepasados prehistóricos ya observarían los cielos, fue en la antigua Mesopotamia donde se tiene constancia de que comenzaran a agrupar estrellas en constelaciones, los Babilónicos determinaron lo que conocemos hoy como Zodiaco, los Egipcios también hicieron sus observaciones y todas las observaciones de esas culturas fueron la base donde se apoyaron los astrónomos griegos para hacer un estudio exhaustivo del universo que se mantuvo como apoyo de posteriores astrónomos hasta, prácticamente, finales de la Edad Media.


Desde que lo hicieran estas civilizaciones, el cielo ha servido de orientación en la noche y para diseñar rutas viajeras durante muchos siglos y hoy día pueden ser un distintivo bastante interesante. Los griegos abarcaron todos los campos posibles en torno a la observación del universo: astrología y mitología, ya que fueron los que determinaron las constelaciones que hoy conocemos y las relacionaron con sus dioses y seres mitológicos; astronomía, ya que hicieron numerosas observaciones y crearon teorías, incluso sobre heliocentrismo; y también existe un aura de misterio, crueldad y religión en torno al tema de la persecución y matanza a manos de los cristianos de Hypatia de Alejandría por su condición de científica y mujer.

También hubo otras civilizaciones que observaron los cielos, sacaron conclusiones prácticas y rindieron culto, aunque sus estudios y mitologías son menos conocidos en el mundo occidental por su lejanía o por su diferencias con la herencia helénica. La antigua China, primer lugar donde, al parecer, se observaron las Perseidas, los Hindúes en Oriente y Mayas, Aztecas e Incas en el Nuevo Mundo, incluso los Celtas en Europa. Todas ellas construyeron monumentos y obras arquitectónicas en base a sus observaciones y como ofrenda a sus dioses.


Ese mismo cielo también lo observaron los grandes astrónomos del Renacimiento en adelante, perdiendo ya casi todo, por no decir todo, el sentido astrológico en favor del estudio riguroso y sólido. Ticho Brahe, Copérnico, Galileo, Keppler, Newton… hasta la Edad Contemporánea con Einstein, Stephen Hawking, Roger Penrose… todos ellos sentaron las bases científicas de esa fascinación que siempre tuve por comprender las leyes físicas del universo y han ido evolucionando gracias también a la tecnología que les facilitaba las observaciones. Y algo siempre he pensado al respecto. Gracias a los telescopios y a la tecnología vemos imágenes del universo nunca antes imaginadas: nebulosas, galaxias en espiral, manchas solares, la cara oculta de la luna, etc. algo que si miramos directamente al cielo no observamos, solo vemos puntos de luz, una posible estrella fugaz y algún halo de luz, pero si otras civilizaciones hubiesen tenido esa tecnología o nuestro ojo tuviese más potencia visual ¡imagínense!… ¿cómo hubieran sido sus historias mitológicas y astrológicas, que ya de por sí son obras magistrales, en cuanto a imaginación se refiere? Y sobre todo ¿cómo hubiesen sido sus estudios científicos?



Este mes de agosto he observado los cielos en la noche deleitándome con lluvias de estrellas, con la luna llena; intentando buscar alguna constelación; distinguiendo el carro que se dibuja en la Osa Mayor; señalando el halo de luz que determina el Camino de Santiago, esa mancha en el cielo que la antigua mitología griega atribuye a la leche derramada de los pechos de la diosa Hera; intentando imaginar la espiral completa que forma la Vía Láctea… y he podido contemplar las mismas estampas que nuestros antepasados vislumbraron, porque el universo poco o nada ha podido cambiar en 5000 años (cuando se produjo el cambio de la prehistoria a la historia) y tampoco creo que haya cambiado excesivamente en 200000 años (desde que apareció el ser humano moderno en la Tierra) pero la sociedad en nuestro planeta y todo lo que gira en torno al ser humano ha variado de forma inimaginable... se va agosto hasta otro año, todas las civilizaciones humanas han contemplado el mismo cielo en esta época de lo que hoy día llamamos verano, pero cada persona en sí no lo hará más de 70 u 80 veces, los años que durará su existencia, su paso por este lugar, algo insignificante ante la inmensidad de tiempo que data el universo. Y eso también me hace pensar lo efímera que es la vida.

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