viernes, 29 de marzo de 2013

La cigarra cefalotetragonal, la hormiga interpoladora… y la abeja axiomática


Érase una vez un mundo virtual donde convivían innumerables especies cibernéticas de aspecto similar a los animales del planeta Tierra. Estos seres debían alimentarse todos los días para que sus circuitos siguieran activos, si estaban un día sin hacerlo entraban en un estado de suspensión temporal, subsanable con la toma de tres baterías de iones de litio seguidas, si su alimentación cesaba durante una semana entraban en un letargo conocido como electro- hibernación, solo salvable con una descarga continua durante varios días posteriores , pero si el tiempo de ayuno era superior a dos semanas ocurría la trágica consecuencia que aterraba a todos los habitantes de este espacio multidimensional, la desactivación eterna.


Pero tenían una gran ventaja respecto a sus homólogos terrícolas, daba igual la cantidad de ingesta diaria que tomaran, por ínfima que pareciese, era suficiente para abastecerse.




Un día caminaban una cigarra cefalotetragonal (de cabeza cuadrada para los amigos), una hormiga interpoladora y una abeja axiomática por un bosque geométrico-digital, pero atraídos por un sistema dinámico de origen físico generado por un ser caótico llamado e-Lorenz, se perdieron en un laberinto de fractales, entre escaleras del diablo diseñadas por un ente transfinito conocido como Cantor 2.0, esponjas huecas casi por doquier creadas por Menger.com, triángulos de armazón esquelético elaborados por www.Sierpinski, curvas sin puntos tangenciales programadas por un superconductor de frío extremadamente gélido conocido con el nombre de  Koch-F4, líneas paradójicas unidimensionales que rellenaban espacios 2D y 3D construidas por IPeano y Hilbert-Ctr+Alt+Supr y algún que otro llamativo conjunto trazado por los inyectores serigráficos @Julia y #Mandelbrot.
                                  
                                                         
                                 
                                                           
             

Los tres robots llevaban almacenada una cantidad similar de alimentación y tras verse perdidos en un agotador bucle infinito decidieron pararse a reponer energía. La cigarra, haciendo honor a su apodo, se conectó a la corriente voltaica y de un golpe acabó con toda la energía almacenada en su batería. La hormiga le recriminó su acción y le advirtió que al día siguiente no tendría con qué alimentarse y entraría en suspensión temporal. La abeja le comentó que no podrían ayudarle y si se prolongaba en el tiempo su iteración recursiva por el bosque de figuras autosemejantes acabaría desactivada eternamente.

A todo esto, la hormiga y la abeja comenzaron su fase alimenticia. La hormiga, calculadora y previsora, racionó la carga de su batería para abastecerse durante tres semanas, doble del tiempo que estimó en que saldrían de aquel laberinto analítico-digital. La abeja, que conocía los secretos de la matemática, consumió la mitad de la carga que llevaba en la batería… Al verla, la obtusa cigarra, con sonrisa pícara en su cara, comentó: ¡Esa sí que es una buena forma de racionar la comida, claro que sí! La hormiga también la miró con cierto recelo, pero no dijo nada.

Al día siguiente la cigarra no tenía nada que comer y pidió ayuda a sus amigas. La hormiga no quiso ayudarla, ya que tendría alimento para un día menos de los que estimó que necesitaría. La abeja le dijo que le cedería alimento por este día nada más y le recordó que si no salían del laberinto su estado activo podría correr peligro. Con esto, la abeja comió la mitad de lo que le quedaba y, del resto, dio la mitad a la cigarra. La hormiga consumió su parte alícuota mientras asentía con la cabeza, incrédula, al proceder de la abeja con el racionamiento de su energía.

El tiempo corría y pesar de todos los infortunios, nuestras amigas seguían buscando la salida. La hormiga trazaba grafos obtenidos mediante la observación, tomaba puntos por los que pasaban y los trayectos por los que circulaban, otras veces construía estos grafos basados en la coloración de las zonas que visitaban… encontraba patrones, caminos e-ulerianos y h(ttp)amiltonianos pero siempre obtenía ciclos recursivos que le impedían discernir si alguna de sus consideraciones  le llevaría a la salida.  
                                      


Aunque seguía intentándolo, persistente y tenaz, dejaba la teoría de grafos y pasaba a la interpolación de datos, a caminos de mínimos cuadrados, pero era incapaz.


La abeja razonaba mediante transformaciones anamórficas, intentando deformar o incluso invertir el espacio en el que se encontraban, curvas de Jordan.net, estudiando sus componentes conexas para encontrar la forma de relacionar el interior y el exterior del lugar donde se encontraban y otras veces mediante la expresión analítica de los objetos fractales y su definición recurrente, investigando su comportamiento en cada iteración finita de su definición para encontrar patrones en los recorridos que hacían y así conjeturar posibles salidas, pero todo era muy complicado para tratarlo de una forma exclusivamente teórica. Incluso intentó buscar la fórmula para transformar aquel bosque encantado en una botella de Klein.exe y así usarlo a modo de pasadizo entre dimensiones, como si de un agujero negro digital se tratase, su idea era meterse dentro de la botella y, por sus propiedades topológicas, estar al mismo tiempo fuera, pero fracasó en el intento, necesitaba cuatro dimensiones para ello y en tres dimensiones siempre se autointersecaba.

             
Juntas, la hormiga y la abeja, lograron construir una banda ancha de Moebi.us.es, superficie similar a la botella de Klein.exe, que precisa de menos dimensiones; la hormiga intentó recorrerla por ver dónde le llevaba, pero siempre volvía al mismo lugar de partida porque era una superficie de una sola cara... aunque les reservaba una sorpresa, debía dar dos vueltas para volver a su forma original, con una sola vuelta aparecía del revés, algo así como un holograma de su imagen invertida.


Y la cigarra, bueno, la cigarra se limitaba a dormir casi todo el día, dar un paseo matutino para ver si, por casualidad, encontraba algo de comida y por si caía la red (lo que en la Tierra se conoce como “caer la breva”) y encontraba una salida.

Pasaban los días y los tres seres cibernéticos seguían perdidos por los entresijos de aquella frondosidad de dimensión no entera. La cigarra seguía con vida, incomprensiblemente; la hormiga, malpensada, intuía que le estaba robando energía a la abeja, la abeja  creía que habría encontrado un manantial energético en algún lugar y lo había mantenido en secreto, aunque de todas formas, vigilaba bien su batería… por si las ciber-moscas, pero la realidad era que estaba robando a la hormiga. Las pocas conexiones eléctricas de su ordenador encéfalo-electrónico le hacían argumentar (solo argumentaba, pero no pensaba, la pobre no había superado el test de Turing) que como a la abeja cada vez le quedaba menos energía y la hormiga lo tomaba de forma proporcional, pues se notaría menos.

Pasadas ya casi dos semanas, la hormiga quedó sin provisiones y no daba crédito, había hecho sus cuentas y no entendía qué estaba ocurriendo. Repasaba sus cálculos una y otra vez, pero siempre obtenía el mismo resultado. La abeja se percató, dirigió su láser visual hacia la cigarra, la cual no pudo disimular y tuvo que armonizar con su sintetizador de sonido (como decimos en la Tierra, tuvo que cantar).

La abeja, que era un ser con un gran disco duro, sensible y emocional, algo insólito en un mundo de máquinas y objetos electrónicos, no iba a dejar que sus compañeras llegaran a desactivarse eternamente y les dijo que les cedería parte de su comida. Explicó el procedimiento a seguir, la abeja tomaría la mitad del total de la carga que tenía, del resto, daría la mitad a la hormiga y, por último, daría la mitad de  lo que quedara a la cigarra. Así sería cada día hasta que encontraran la salida.

La cigarra no entendía nada, sus pronósticos eran catastróficos, solo se le ocurría que la energía se agotaría en breve. La hormiga, pensativa, preguntó el motivo de ese proceder, no podía imaginar que tomando las cantidades de esa forma nunca se agotara. La abeja les explicó que con este método podrían estar eternamente alimentándose, ya que solo necesitaban una ingesta diaria, aunque ésta fuese ínfima. La clave se encontraba en que la suma infinita de una progresión geométrica de razón un medio era convergente, por ello, la cantidad finita de carga que tenía su batería podía repartirse en infinitas partes, aunque no de cualquier forma hubiera sido posible; la hormiga quedó perpleja y sonrió, la cigarra no se había enterado de nada y pensó que estos seres axiomáticos se bloqueaban demasiado y que debían reiniciarse más a menudo, pero solo pensaba en que llegara el momento de recargarse… a costa de la abeja, evidentemente.

A los pocos días, un sistema ultramoderno de antivirus pudo desinfectar el sistema caótico en el que se encontraban. Lo habían pasado realmente mal, pero gracias al ingenio de la abeja pudieron salir vivos de aquella maraña de entes geométricos.

Tras todo ello, la abeja volvió a su sistema de cohabitación en Windowsland y pidió al fundador de esta región, Billy Gates&Perres, que puesiera remedio a estos conflictos de direcciones; éste prometió que buscaría el método para que no ocurrieran estos hechos de nuevo, aunque la hormiga no lo creyó ya que éste era un ser codicioso, por lo que decidió comprimirse en un archivo win.zip y teletransportarse a otro sistema donde su dueño fuese más benévolo. El lugar que decidió fue Apple-Digital-Tree, donde su ser creador, Steve Jobs&Love, era un soñador y creador romántico. La cigarra prefirió quitarse de problemas y se buscó un sistema de software libre, sin ningún tipo de malware que lo molestara y pudiendo tomar todo gratuitamente, su nueva residencia LinuxPark. No tenía grandes lujos, pero se vivía sin preocupación ninguna, un lugar idóneo para nuestra amiga.

Y picando en el botón rojo o colorado, ¿este equipo se ha apagado?



                                                      Ventana de advertencia del sistema:



El cuento ha cambiado un poco, la verdad es que sí, los nuevos tiempos a los que hay que adaptarse nada tienen que ver a los de antaño… pero como toda fábula, queda un lugar para las moralejas.

En este relato, si lo extrapolamos a la vida diaria, se puede apreciar el nivel de estrés al que estamos sometidos en esta época, en la cual siempre buscamos una salida, una solución a nuestros problemas, una desconexión de nuestros menesteres, que por difícil que parezcan, siempre es posible lograrlo, pero a veces necesitaremos ayuda, no siempre podremos encontrarla solos. Por ello hay que luchar también por la amistad, conservarla, porque un amigo será el que esté dispuesto a ayudarte. Te arriesgas a que te defrauden y se deben tomar precauciones, claro que sí, y hasta más necio puede engañarte, pero es un riesgo que hay que correr a veces; habrá personas que te harán daño o te harán sufrir, pero si no arriesgas, puede que no te encuentres con otras personas que son maravillosas. Y tampoco se debe guardar rencor al verdadero amigo, a veces hay que saber perdonar... aunque, desde luego, hay que saber a quién se perdona.

También te encontrarás con quien crea ser el que mejor vive, casi siempre será alguno de esos seres ineptos, pero lo cierto es que, posiblemente, sea el más loco y apasionado el que más disfrute de la vida.

Igualmente debemos guardar para el futuro porque pueden venir épocas de crisis, rachas malas, pero no obsesionarse con ello, hay que hacerlo con cabeza, pero disfrutando el presente más que ese hipotético futuro. Y nunca sabremos lo que ocurrirá mañana, no podemos adivinar si quiera si habrá futuro o estaremos en él, por ello debemos dejar buenos actos con nuestros seres queridos porque será el mejor recuerdo que tengan de nosotros. La vida puede ser corta, pero también intensa; dura, pero a la vez placentera; natural o nomotética, pero la realidad es que, probabilísticamente, lo más improbable es haber nacido, hemos tenido suerte de ser los elegidos… aprovechemos nuestro efímero tiempo en disfrutarla.

3 comentarios:

  1. Hola Alfredo, que locura... esto es muuuy extraño, no tengo palabras. Creo que me enamoré de ti y no soy precisamente romántica, definitivamente el suave aleteo del atractor de Lorenz produjo un remesón sincrónico precioso, no sé si el cuento es tuyo, pero da lo mismo. Muchas gracias

    ResponderEliminar
  2. Hola Anónimo... sí, lo sé, es una paranoia, lo escribí en uno de esos días que se me va la olla, jajajaja. Me alegra que te haya gustado. Gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar
  3. Es genial y curioso. Antimainstream. Felicidades por tus dias en que se te va la olla.

    ResponderEliminar