miércoles, 22 de agosto de 2012

Sanidad pública (una experiencia personal)


Mi mujer dio a luz el pasado 11 de agosto. Teníamos la posibilidad de que lo hiciera en un hospital privado ya que, por mi trabajo, poseo un seguro que cubría ese gasto, pero decidimos que fuera en un hospital público perteneciente a la Seguridad Social, en este caso el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla. Siempre hemos tenido el concepto de que el mejor sitio donde hacerlo era en lo público porque atesora personal cualificado (no digo con esto que los hospitales privados no lo tengan), pero además poseen las mejores infraestructuras y maquinarias posibles. De hecho,
cuando hay alguna complicación en el parto en la mayoría de las clínicas privadas, éste es derivado a las instalaciones públicas, desconozco las condiciones del convenio que haya entre las empresas privadas y la pública, pero es así. Aunque hay otro motivo más, nuestra confianza en la sanidad pública y nuestro apoyo incondicional a ella. Sabíamos que no tendríamos una habitación particular, que tendríamos que convivir varios días con otros matrimonios con sus bebés, con visitas de sus familiares, pero nos ha merecido la pena. El trato del personal, la implicación en su trabajo de los matrones durante el parto y su preocupación en todo momento del estado de la madre y del bebé, ginecólogo, pediatras, enfermeras… ha sido una experiencia muy positiva, nos llevamos un grato recuerdo de todo lo que gira en torno a nuestro caso particular. Evidentemente, cada caso es un mundo, hay gente que tiene buenas experiencias en lo privado, quien las tiene malas en lo público… si miramos exclusivamente nuestro caso, todo es muy subjetivo a la hora de valorarlo.

Pero también hay elementos que son más objetivos de valorar. En un hospital público nacimos mi hermano y yo hace ya algunos años, y mis padres no hubieran podido permitirse el “lujo” de pagar una clínica privada para ello, luego si no hubiese existido la Seguridad Social, o cualquier otro sistema público de sanidad, hubiésemos nacido en nuestra casa asistidos por una comadrona, sin la sanidad necesaria y con mucho riesgo para la madre o el crío si se complicaba el parto. Es cierto que antiguamente era así, pero no es menos cierto que la esperanza de vida era menor.

Hoy día hay gente en esa misma situación, personas que pueden disfrutar del nacimiento de su hijo o hija en unas condiciones de óptima calidad, pero que no podrían permitírselo si hubiera que pagar por ello las cifras que se piden en centros privados. Y también había inmigrantes con sus bebés, bien atendidos con biberones, pañales y medicamentos sin tener que aportar ni un céntimo adicional por ello. Hay otras Comunidades Autónomas en las que esto es impensable y en la inmensa mayoría de los centros privados mucho más.

Aunque esto se acaba. Nos hemos dado cuenta de la cruda realidad de los recortes en este país. Teníamos constancia, pero no lo habíamos vivido en primera persona. Una de las cuatro alas de la cuarta planta del hospital estaba cerrada. Esta ala pertenece a maternidad y ubicaban a madres con los recién nacidos en otras alas pertenecientes a ginecología. Había habitaciones extremadamente pequeñas con tres camas más sus respectivas cunas, el espacio era muy reducido y había que hacer malabarismos por las noches para que durmieran los tres acompañantes en la misma habitación. Había otros cuartos en los que cohabitaban mujeres con embarazo de alto riesgo con recién paridas, y eso si tenía suerte porque había quien debía esperar horas para que quedara una cama libre, incluso había habitaciones donde convivían personas mayores con problemas ginecológicos (esas personas estaban en el lugar que les correspondía) con niños de pocos días de vida. En fin, un caos, maldecido a veces por personal trabajador del hospital, el cual estaba totalmente en contra de las condiciones en que se estaban tratando a los pacientes. Allí había gente muy profesional y muchos, pero muchos de verdad, se dedicaban a su trabajo de manera vocacional. Trataban a las madres y a los críos con devoción, los cuidaban con delicadeza, incluso algunos seguían trabajando para acabar su tarea habiendo acabado su jornada laboral. Solo se quejaban del sistema.

Pero ¿sirven los realmente los recortes para algo productivo? Yo lo único que vi fue un ala de maternidad cerrada, pero los partos siguen siendo los mismos, no entienden de recortes. Un médico nos decía que su sueldo había sido disminuido en 400€ y por ello se opone a dar altas los domingos, en forma de protesta. Cada día que pasa una mujer con su hijo o hija en el hospital cuesta al gobierno 600€. No sé si al final de cuentas se pierde más de lo que se gana, pero es una guerra sin sentido, donde, ni las medidas son buenas, ni las condiciones para los pacientes y los trabajadores son las idóneas. Y por desgracia, siempre juega todo en contra de los mismos.

Mientras tanto, los críos, blancos, negros, sudamericanos, chinos, gitanos, rubios, morenos, con muchos pelo, pelones, machos, hembras, llorones, tranquilos… vivían ajenos al mundo al que llegan, llorando a compás, sin entender de razas, de sexos, de política, de economía.

Y a nosotros nos entristece no saber qué futuro le depara a nuestro hijo, un futuro que tampoco está en las manos de sus padres (únicamente). Al menos intentaremos inculcarle los valores que vivió en la cuna, que hay sitio para todos por muy estrecho que sea el lugar, que nadie debe robarnos nuestra libertad a expresarnos abiertamente (aunque sea llorando para pedir de comer) y que todos tenemos derecho a una vida digna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario